El pueblo Wayúu

El pueblo Wayúu

Los Wayúu

Ina Niehus, Nina Hanning, Tabea Willhöft

El 22.03.2019 nuestro grupo de excursión visitó el pueblo Tamaquito. Como preparación para nuestra excursión ya vimos el documental «La Buena Vida – Das gute Leben» y discutimos su contenido. El director Jens Schanze acompañó a la comunidad del pueblo de Tamaquito, un grupo Wayúu en el departamento colombiano de La Guajira. La comunidad está siendo reubicada por la compañía de carbón Cerrejón. Los habitantes* de la zona nos acogieron calurosamente y pudimos hablar con varios miembros de la comunidad durante mucho tiempo y hacer preguntas. Al atardecer nos mostraron los alrededores de la aldea reasentada. Un día más tarde nos dirigimos al río Arroyo Bruno, amenazado por un desvío, y hablamos con los habitantes que viven en las orillas del río. En este capítulo del blog queremos abordar el tema del reasentamiento de Tamaquito y los problemas relacionados con él. En primer lugar, nos ocuparemos de la historia del grupo indígena Wayúu. A continuación, situaremos el desplazamiento de las comunidades de la Guajira en el contexto político de las estructuras económicas extractivistas de Colombia.

El pueblo Wayúu

Los Wayúu (también: Wayuu) son un pueblo indígena que puebla las zonas de la actual Colombia y Venezuela. Estas áreas se extienden desde el norteño departamento colombiano de La Guajira hasta los alrededores del Lago de Maracaibo en el lado venezolano. Por lo tanto, en la literatura el nombre Guajiros se puede encontrar también como una derivación de La Guajira para el Wayúu (cf. Amodio & Pérez 2006: 11). Por otro lado, se refieren a sí mismos como „Wachuküamüsükasainwanéea’laülaajoyotüsüspünalu’uka’ikatspülaskujai njatüinsukuwaipasumüinwachonyuuéeantüinskal’uuka’kat“ (Montaño Salas 2017: 165). Según MONTAÑO SALAS (ibid. 166) la definición escrita en la lengua indígena Wayuunaiki puede traducirse de la siguiente manera:
„Them [sic!] Wayuu are people of sand, sun and wind, carry in the moral of the desert, have resisted during centuries in the peninsula of the Guajira, are large craftsmen [sic!], and merchants, fighters tireless by the rights historical [sic!], that have been very violated by the discrimination and the racism”.

Tradicionalmente, esta información se transmite verbalmente de la generación más vieja a la más joven (cf. ibíd.), ya que el lenguaje, junto con la escritura, se considera el medio de comunicación más importante en la cultura wayúu. Desde 1992, el wayuunaiki es reconocido como uno de los idiomas oficiales de la Guajira (véase Polo Figueroa 2017; 46f). De la definición anterior según MONTAÑO SALAS, podemos ver que los Wayúu se identifican como gente de arena, sol y viento. A través de la autodenominación de los Wayúu, se puede reconocer una conexión mental entre el pueblo Wayúu y su entorno natural. Este vínculo también se puede observar en el diseño de sus viviendas: las fachadas de las paredes y los techos están pintadas con colores que también se encuentran en la naturaleza de La Guajira, como los tonos tierra y azul. Por lo tanto, el territorio de los Wayúu no está visualmente delimitado conscientemente del entorno natural, sino que está adaptado a él. Jairo Fuentes, gobernador indígena de la comunidad wayúu de Tamaquito, señala que existe una diferencia entre los términos territorio y tierra en su cultura: el término territorio tiene un carácter más administrativo y describe las áreas geográficas donde viven los wayúu. Esto puede sonar muy sobrio al principio, pero la posesión de un título de propiedad sobre un determinado territorio legitima la más amplia autodeterminación Wayúu posible en ese territorio. Por lo tanto, su territorio es un factor integral para mantener su forma de vida. El término tierra, por otro lado, tiene un componente cultural porque está vinculado a la cosmología que rodea a la Madre Tierra. El pueblo Wayúu reconoce en ella un elemento que asegura la continuidad de sus comunidades. Las plantas que crecen allí y los recursos hídricos cercanos alimentan a los miembros de las comunidades y así ha sido desde que las comunidades se establecieron allí.

Los espacios con connotaciones espirituales, como Jepira, también tienen una función importante. Jepira describe una habitación donde se alojan las almas de los Wayúu fallecidos. Cuando un miembro de la comunidad muere, el cuerpo y el alma se separan. Mientras el cuerpo muere, el alma, el llamado aa’in, vive como un ser no humano. Se convierte en un yoluja, un espíritu del miembro fallecido y llega a las demás almas Wayúu de Jepira (cf. Paz Reverol 2017: 279). Así, por ejemplo, a las montañas del norte de Colombia llamadas Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá dentro del territorio wayúu se les atribuye un alto valor cultural, ya que los wayúu las conectan con el viaje a Jepira. Estos lugares son las últimas etapas visitadas por el espíritu de un Wayúu fallecido antes de llegar finalmente al fondo del mar, también llamado Tierra de los guajiros muertos (ver Mincultura 2017: 3f). Otro factor que define a los Wayúu es su historia. La definición según MONTAÑO SALAS describe las experiencias históricas de discriminación y racismo a las que los Wayúu han estado expuestos. Sin embargo, cabe señalar que la historia de los Wayúu no es exclusivamente negativa. Según Mincultura (cf. ibíd. 5f) hay relativamente pocas fuentes que reflejen la situación de los Wayúu en la época colonial, con la excepción de las crónicas españolas. Por lo tanto, el enfoque en los acontecimientos históricos negativos puede subyacer a la definición de una percepción más bien eurocéntrica. Se dice que las disputas recurrentes entre los Wayúu y los europeos sobre los territorios indígenas han sido los acontecimientos más significativos. Especialmente a partir de los años sesenta – durante el conflicto armado en Colombia – el pueblo Wayúu resistió. Su tipo de resistencia se manifiesta así sobre todo en la perseverancia así como en la cohesión colectiva del pueblo (ver Archila & García 2014: 26f).

Aunque la cultura Wayúu ha sido confrontada durante un período constante de tiempo con la fuerte presencia europea en Colombia y los efectos del conflicto armado, todavía se celebra hoy en día. Por lo tanto, la autodenominación como luchadores* por su cultura en la definición de MONTAÑO SALAS es bastante apropiada. Archila & García concluyen: «[…] los indígenas de Colombia […] no son víctimas pasivas de la violencia en su contra […]» (ibid. 26).

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